miércoles, 24 de septiembre de 2008

Viaje a París (VII): La inolvidable Nochevieja parisina



El Club de la Bohème Absurda: Maluba, Laura y yo, aquella noche en los Campos Elíseos


Nochevieja en París. El solo pensamiento invitaba a fantasear. Sin embargo, no debíamos pensar en otra cosa que en el hecho de que al día siguiente habríamos de levantarnos temprano para seguir con nuestro tour parisino. Maluba había recibido la llamada de una amiga, que nos invitaba a una cena que habían organizado el grupo de amigos españoles que Maluba, al volverse a España hacía un año, se había dejado en París. Huelga decir que aceptamos, más que todo porque no nos veíamos una Nochevieja, y más en París, acostándonos con las campanadas.


La cena transcurrió como transcurren las cenas entre viejos amigos: entre risas y recuerdos. Laura y yo, que no conocíamos a nadie —y, encima, ella y yo acabábamos de conocernos el día anterior—, aguantábamos el tipo como podíamos, mientras Maluba intentaba recuperar el tiempo perdido con sus amigos pasados. Yo he de confesar que me lo pasé genial, estuve hablando con mis vecinos de mesa, aunque más bien eran vecinas, y me pasé la cena entre carcajadas. Y es que estas vecinas resultaron ser muy simpáticas y, sobre todo, un poco payasas, vaya en el sentido más honroso de la palabra, y me hicieron la velada más agradable de lo que esperaba entre tanto desconocido.


A las once de la noche se materializó un rumor que había estado sobrevolando las conversaciones de la cena: ir a los Campos Elíseos a tomarnos las uvas con las campanadas. Pero si en Francia no existe eso de las uvas ni las campanadas. Eso tenía solución, al menos en parte, pues las chicas habían comprado lotes de uvas para todos. De modo que, cada cual con su docena de uvas en vasito de plástico y una botella de champagne francés, nos dirigimos todas —y es que todo se pega— hacia el metro para despedir el año en los Campos Elíseos. Entonces comenzó el Apocalipsis.


Llegar al metro, esperar en el andén, descorchar la botella de champagne francés, servir el champagne en los vasitos de plástico, brindar por el futuro, beber, entrar en el vagón, asirse a cualquier lado para no caerse, hablar como sólo se habla en los países extranjeros, reír como sólo se ríe bajo el efecto del champagne, cantar canciones estúpidas, bajar del vagón, correr a contrarreloj, hacer transbordo, volver a subir a otro metro, apretujarse entre la gente, empujar al de al lado, empezar a hacer calor, cubrirse los cristales de vaho, entrar cada vez más muchedumbre en el vagón, resoplar sofocados, abrir las ventanillas, agobiarse, parecer sardinas enlatadas en escabeche, sospechar que aquello no había sido buena idea, desear no haber salido de casa, llegar el metro a la parada de Champs Elysées Clémenceau, salir la marabunta al detenerse el vagón, respirar, darse prisa para no llegar tarde, intentar entrar las miríadas y riadas de todo París por la boca de metro de los Campos Elíseos, saborear el miedo, crisparse los nervios, activarse los instintos más primitivos, luchar por sobrevivir entre la turba, producir adrenalina, apartar de nuestro paso a los poco despabilados, estar atento a las avalanchas humanas, ver peleas entre las cabezas, agarrarnos entre las chicas y yo de la ropa para no perdernos, resultar imposible, separarse por las embestidas de la gente, desoír los chillidos de terror de mujeres histéricas, ignorar los gritos de los energúmenos, procurar mantener la calma, tratar de no perder de vista a las chicas, pasar veinte personas a la vez por los rodillos unipersonales, remontar el primer escalón de las escaleras de salida, ver aliviado un trozo de cielo negro y estrellado al final de aquel hormiguero, ascender a base de empujones, avanzar como si a uno le fuera la vida en ello, mirar el reloj, faltar sólo cinco minutos para medianoche, ver policías al final de la escalera, suspirar aliviado, encontrar Maluba un zapato antes de llegar arriba, agacharse con peligro se ser arrastrada y enterrada por las hordas humanas, llegar al fin a la cima de la escalinata, entregar Maluba el zapato a un policía, volver a respirar, sentirse renacer, reagruparnos, faltar dos minutos escasos para las doce, situarnos en medio de los Campos Elíseos, creerse en el centro del mundo, ver crecer el Arco del Triunfo delante, centellear la Torre Eiffel a la izquierda, girar la noria y el obelisco de la Plaza de la Concordia detrás, sacar los vasitos de plástico con las uvas, contener la respiración, estremecerse, inspirar emocionados, llegar las doce y...


Un silbido rasgó el velo de la noche, todos miramos hacia el cielo para ver el fuego artificial ascender hacia las alturas y deshacerse en una nubecilla de humo gris sin pena ni gloria, como esos fuegos artificiales que están húmedos y salen ranas. Bueno, pensamos todos, ése sería sólo el primero de una gran sinfonía de estruendos y luminarias al pie del Arco del Triunfo como siempre se ve por televisión. Pero no hubo nada más. La gente comenzó a abrazarse a nuestro alrededor. Miré el reloj: las doce en punto.


Temiéndose aquello, las amigas de Maluba, inasequibles al desaliento, empezaron a cantar las campanadas, y así nos tomamos las uvas, sin una mala campanada, sin un pobre fuego artificial que hiciera distinguirse aquella noche de las demás. Lo única diferencia era que la Torre Eiffel refulgía con luces blancas como un enorme árbol de Navidad. Luego volvimos a brindar por el nuevo año con más champagne, que supongo que debía de haber más botellas en los bolsos de las chicas, si no es que no se comprende.


La caterva comenzó a dispersarse. Poco quedaba por hacer allí, todo había terminado, acaso antes de empezar. Entonces recordamos que al día siguiente nos esperaba otro buen tute de patearse París, así pues mejor sería retirarse a tiempo, que de esa forma se fraguan las victorias, y nos despedimos de las amigas de Maluba, que se marchaban de cotillón a alguna discoteca cercana. Y así fue cómo el Club de la Bohème Absurda fue, vio y salió trasquilado cuando iba a por lana a los Campos Elíseos la inolvidable Nochevieja para olvidar de 2007.

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